miércoles, 4 de diciembre de 2013

Solo se trata de elegir.

Viene hacia mí
y la felicidad que se da entre nosotros es mutua.

Boro es quien acompaña, en el real sentido de la palabra, mi vida. Yo elegí formar mi núcleo familiar (para denominarlo de alguna manera) alejándome física y mentalmente de la casa de mis padres para tener mi vida, una vida que sea esta que yo deseo y de la cual soy el real y único artífice.
Y algunas cosas salieron bien, otras muy bien y algunas no tanto. Como todo en la vida, bah.
Pero en lo que respecta a la elección de buscar a mi Toto, búsqueda realizada a conciencia y tan postergada durante mucho tiempo por no considerar otros momentos los oportunos para incorporarlo a mi vida, no tuve mejor acierto que decidirme a llevarla adelante en el tiempo que lo hice, ya que supera la de tantas otras elecciones que tuve que llevar a cabo en este tiempo que llevo viviendo y, por ende, eligiendo.
Boro es una luz que ilumina mi día, a pesar de las tormentas y los contratiempos que puedan aparecer en él. Pase lo que pase yo descanso en saber que Él está y estará conmigo, y entonces ya nada puede preocuparme realmente.
Él me da tanto de su vida, me colma de tanto cariño y sabe estar a mi lado de esa forma casi perfecta que, la verdad, no puedo decir otra cosa que no sea que es un pequeño gran tesoro que tengo la dicha de tener junto a mí.
Las cosas en la vida se dan por algo y todo sucede y tiene su sitio en un determinado momento y lugar porque así tiene que ser. Yo sé que es así y soy de la idea de que las mejores dichas de la vida merecían darse tal y como se han dado. De hecho por eso se han dado.
Y mi perro, representación visible en mi vida de esta premisa que acabo de comentar, es la prueba fiel de que así es. Y yo, gracias a esta prueba fiel, soy feliz, enormemente feliz.
Quizás solo se trate de saber elegir aquello que uno realmente necesita para su vida en el tiempo y contexto justos, y nada más. Quizás sea eso.