jueves, 21 de agosto de 2014

Permítanme hacerlo.

Permítanme nuevamente hablarles del amor que he encontrado en mi compañero y fiel amigo, Boro, ese perrito que desde abril del año 2008 llegó a mi vida e impregnó mi existencia de la más hermosa tonalidad que pude haber imagimado.Es un motivo de mi felicidad diaria y sé que transmito a cada paso que doy por cualquiera de las redes sociales en las que me muevo ese estado de mi Ser.
Boro ha sabido hacer una fusión extraordinaria conmigo y hemos entendido, mutuamente, que el hecho de encontrarnos en esta vida (la mía y la de Él) ha sido un regalo que no creo que todas las personas reciban, o al menos que no todas las personas estén dispuestas a recibir.
El agradecimiento que tengo hacia mi Toto es constante y será eterno. Lo adoro y sé que es recíproco ese amor entre los dos. Él es parte de mi vida y siento que está profundamente arraigado a mi Ser, como esas cosas que uno abraza y a las que ya sabe que jamás soltará, nunca, por ningún motivo.
Antes, al principio de nuestro vínculo, cuando recién comenzábamos a convivir, yo trataba de entenderlo y forzar una relación de "amo-perro" que, a medida que avanzaban los días, veía que no daba resultados. Todo esto me llevaba a creer que Él y yo nunca llegaríamos a entendernos. Entonces fue que me relajé y, un poco por olvido y otro poco para no estar pendiente de resultados que no veía aparecer, fui dejando de lado tanta presión personal para vivir, como se fuera dando, cada momento que teníamos juntos.
Fue ahí, o mejor dicho más adelante, cuando un día comencé a ver los frutos de nuestro interactuar y amor prodigado. Y fue ahí también cuando comencé a disfrutar, de otra manera diferente a como lo venía haciendo, de la vida juntos de mi Boro y yo.
Y tanto lo quise y tanto comencé a tenerlo en cuenta que también fue a partir de un determinado momento que arranqué con esto de compartir mis experiencias en cada cosa que hacíamos juntos; aunque debo confesar que al principio a mí realmente me daba un poco de vergüenza hacerlo ya que pensaba en qué podían pensar de mí por tomar tan en serio una relación de este tipo, para nada fuera de lo común pero sí, por cierto, muy diferente en cuanto a la manera de llevarla adelante desentendiéndonos, mi perro y yo, de la típica y estricta relación de jerarquía con el ya sabido especismo de la superioridad 'humamo/animal'.
Pero no importó, como nunca me terminó importando lo que pudieran pensar de mí o de mis actos los demás, y fue así que dí rienda suelta a la iniciativa y todos pasaron a conocer que alguien muy importante para mí estaba siendo, y lo sigue siendo afortunadamente, protagonista en el camino de mi vida.
Y hoy, varios años después de todo este hermoso y luminoso sendero transitado juntos Toto y yo, seguimos unidos, inseparables, y viviendo siempre el uno para el otro, a diferentes niveles quizás, porque sé que aunque me esfuerce jamás estaré a su altura en el amor, la entrega y la buena predisposición presentada y ofrecida hacia el otro; pero sabiendo que debo cuidar de este tesoro y vivir agradecido por haberlo encontrado y por haber sido correspondido de una forma tan perfecta y absoluta en el cariño y la unión.
Por eso es que les decía que me permitieran hablarles nuevamente de mi compañero canino, porque siento que merezco compartir mi dicha, que es la dicha de mi Boro, y que es seguramente la dicha de los miles y millones de seres humanos y animales que como mi Boro y yo viven y se han permitido disfrutar de esa tierna, noble y total compañía mutua.

domingo, 3 de agosto de 2014

A ver, cómo me explico.

Mi perro es mi perro, y en eso se engloba mucho más de lo que generalmente significa ese sustantivo común. Por eso nada ni nadie hará que lo sienta menos ante nada ni ante nadie. Todos ocuparán su lugar, por supuesto, pero Él también.