miércoles, 31 de mayo de 2017

Tanto amor...

Tengo que tener siempre presente que en todo momento, ante cualquier adversidad, voy a tener en mi vida el bálsamo y la contención que se traducen en un alivio que redunda en el bienestar espiritual, que significa mi Boro.
Él es una dulzura especial que mi vida absorbe y disfruta plenamente de una manera especial cada vez que siento que los seres humanos me decepcionan en alguno de los aspectos de la vida, además de a cada momento, por supuesto. Indudablemente es una caricia a mi vida entera tenerlo junto a mí y saberlo íntima e inseparablemente unido a quien escribe.
Lo amo. Es una parte esencial de mi vida y de mi levantarme cada día para enfrentar la continua batalla de vivir que no me alcanzará la vida ─la mía─ para agradecer su llegada a mi corazón.
O sí, quizás sí me alcance si lo veo desde el lugar de quien disfruta y agradece el hecho de haber sido bendecido con este amor animal, puro y extremo, dedicando parte de mi vida a profundizar y hacer uso de este regalo que puedo abrazar entre mi pecho y cuidar a cada instante, de manera real, sin demorarme en otra cosa.
GRACIAS A MI BORO. GRACIAS, MI PERRITO ADORADO. TE AMO. SOS IMPORTATÍSIMO EN MI VIDA. SOS PARTE DE MI CORAZÓN.


domingo, 12 de marzo de 2017

¡Fuera dolor! ¡No te queremos cerca nuestro!

En plena sesión de acupuntura.
La vida de quienes amamos y ocupan "el lugar" de privilegio dentro de nuestra consideración se vuelve un factor decisivo a la hora de estar bien ─uno─ o no estarlo.
¿Y por qué digo esto para dar comienzo a esta entrada del blog de mi hijo del corazón, luego de un tiempo prolongado de no hacer ningún aporte al mismo? Porque en estos momentos ─por estos días─ mi perro llamado Boro (aclaración válida para quienes llegaran a leer por primera vez este blog y conocieran en este momento a mi compañero animal de vida), al que cariñosamente también llamo ─y llaman quienes me conocen y lo conocen─ Toto, anda un poco abatido por un dolor cervical; y entonces yo siento que todo a mi alrededor deja de ser óptimo aunque yo ─afortunadamente─ me encuentre muy bien, no logrando entonces llegar a disfrutar de nada a pleno teniendo la certeza continua de que mi can no se encuentra del todo bien.
Es muy grande el amor que siento por mi perro y es por eso que no puede pasarme desapercibido, ni como algo más, su dolor y su sufrimiento, aunque yo trate de hacer todo lo posible ─lo que esté a mi alcance─ para darle curso a la erradicación definitiva de ese malestar; ya sea remedios calmantes o lo que indicara el médico veterinario, en su momento, o terapia de acupuntura y fisioterapia, actualmente; todas cosas que ni aun así logran distenderme y hacerme dar por enterado que estoy haciendo lo correcto, eso que mi Toto merece.
Él es tan bueno, tan obediente, y tan cariñoso y apegado conmigo que todo lo que pueda estar restándole bienestar a su calidad de vida cotidiana me repercute en forma directa y contundente a mi también. Si yo pudiera ─sin exagerar─ haría que cualquier dolor o sufrimiento que él tuviese que atravesar lo atravesara yo en su lugar para que él pueda seguir feliz, disfrutando de su vida. Así lo siento internamente, porque este angelito que me acompaña cada día, desde hace más de nueve años, provoca ─sin proponérselo, por supuesto─ todo esto en mí.
Si lo veo mal, o al menos no tan pleno como es en su día normal ─cuando no tiene ninguna dolencia─ yo realmente me siento muy triste. Y sé que es algo natural que me pase así ya que todos los que tienen un compañero de cuatro patas como el mío a su lado, y saben lo que esto significa, ante una disminución (por más pequeña que sea) de la comodidad y el confort de su amigo deben experimentar de alguna manera lo mismo que yo vivo por estos días.
Es decir, sé que no son problemas mayores ─palabras de boca de los veterinarios que lo han visto─ pero él no está cómodo en sus salidas y breves ─por este tiempo─ caminatas cotidianas y por tal motivo eso basta para que yo esté preocupándome constantemente hasta que no vea una mejoría, básicamente en su caminar.
Sé ─lo deseo y espero con toda las fuerzas de mi corazón y de mi amor─ que él irá mejorando de a poco ahora que ha comenzado con las terapias alternativas que tan bien les han hecho a otros perritos conocidos y que en mi Boro van a surtir similar o igual efecto. Sólo es cuestión de tiempo para que los tratamientos puedan provocar sus resultados y la mejoría sea evidente exteriormente; aunque de todos modos con tener un pequeño indicador de que él internamente ya se siente bien cualquier cosa externa que pueda modificarse (teniendo en cuenta la edad que se va sumando a los años de vida de mi perro) me tiene sin cuidado y será algo que incorporaremos y aceptaremos como propio en esta nueva etapa de su vida; por ejemplo un caminar más pausado, más sereno y más acorde a un perro que se hace más grande, y no uno, quizás, tan atolondrado y enérgico como el que ha venido manteniendo hasta ahora. No sé, son sólo conjeturas que vienen a mi mente en este momento de espera de esa pronta mejoría donde, en cierto punto, no puedo hacer otra cosa más que aventurarme, con la mejor energía, a entender y aceptar las señales del paso del tiempo.
Deseaba compartir este pesar y a la vez esta esperanza de que todo esto pase pronto porque compartiendo ─se sabe─ se alivian las aflicciones y malestares espirituales y del alma, y como en este lugar siempre hemos compartido momentos hermosos y brillantes de mi Boro y yo, propios de la mejor etapa que hasta ahora hemos venido atravesando, hoy, en esta nueva etapa que quizás no sea tan diferente a la anterior pero en la que la edad va aportando nuevas modalidades de continuar en el camino, me pareció absolutamente oportuno compartir también este compungido episodio de nuestra vida compartida que estamos viviendo.
Siempre juntos, siempre amándonos y cuidándonos; así estamos. Como decía, sé que esto pasará pronto y por tal motivo, al compartirlo ahora, me servirá para más adelante, al releerlo, saber que es parte de la vida también atravesar momentos no tan brillantes que vengan a ser, una vez superados, sin ninguna duda los que nos permitan disfrutar, valorar y vivir más plenamente el regreso de los luminosos, dichosos y placenteros días de vivir sin preocuparse por otra cosa que no sea el hecho de tenernos el uno al otro.