lunes, 30 de noviembre de 2015

Domingo, tipo 7:30 pm.

Este atardecer de domingo me permite reflexionar. Algo que por cierto hago a diario y sin importar el día o el lugar; pero convengamos que por estas horas de este día particular de la semana algunas cosas salen más fluidamente.
Y así vamos, como cada atardecer desde hace casi 8 años, mi perro y yo, sabiendo que poco puede importarnos el resto si tenemos en claro que nos tenemos y nos seguiremos teniendo el uno al otro como lo venimos haciendo hasta ahora incondicionalmente (hace tiempo asumí que Él también siente y sabe todo esto en su interior, al igual que yo, y por tal motivo por eso lo incluyo diciendo "tenemos en claro").
La vida nos va ofreciendo diferentes días y no hay condiciones sine qua non para que algunos sean mejores o peores que otros; por lo tanto los fines de semana (largos o no) pueden resultar brillantes como también horribles, y esto es todo parte de lo mismo, de la vida y de sus diferentes presentaciones, según los días.
Por eso me refugio en Él, en mi perrito, y en cada cosa que hacemos juntos sabiendo que son los momentos compartidos entre nosotros dos los que mejor me hacen al cuerpo, al alma y a mí espíritu; y por supuesto que a Él también.
Porque a veces me aflijo por cuestiones que nos exceden y entonces, afortunadamente, cuando logro darme cuenta del tiempo que no vuelve y que estoy desperdiciando, sumiéndome en estados tan tristes y penosos, automáticamente vuelvo a sentir todo lo que genera mi perro en mí y no puedo terminar haciendo otra cosa que alegrarme, sentirme bendecido y agradecido, y siendo feliz, sin duda alguna. Lo juro.
Así lo hago porque no me gusta ser un Ser desagradecido e injusto, más teniendo en cuenta todas las bondades que la vida me ha dado para ser feliz.
Bondades, para ponerle un nombre general a todo lo hermoso que pasa a diario en mi existencia, que quizás algunos podrían ver cómo pequeñas o insignificantes pero que son las que yo necesito para ser feliz. Solo esas y ningunas otras cosas que quizás hagan más ruido o encandilen si se las exhibiese en comparación con las que a mí me ayudan a ser un Ser FELIZ.
Y no está escrito, pero ya es un hecho, que cada uno tiene la receta exclusiva para su felicidad, como también que esa receta será óptima si no afecta en forma perjudicial a otros en pos de lograr alcanzarla.
Y ya se sabe que la felicidad es diaria, casi instantánea podría decirse, y por eso nunca vamos a llegar a la meta que nos permita descansar y tirarnos a disfrutarla plácidamente porque va a ser menester de cada segundo de nuestro camino, solitario o en compañía, continuar buscándola.
Yo, o mejor dicho nosotros, mi Boro y yo, ya encontramos la fórmula y seguimos la receta aplicadamente para no desperdiciar ni un solo minuto de nuestra vida, individual y compartida, en otra cosa que no sea ser genuinamente felices. Lo demás, eso que va por otro carril diferente con respecto a la vida soñada que nos construimos Toto y yo (aunque dé risa, quizás llame a la burla o genere lo que genere en quien me lea ahora: es soñada y absolutamente feliz) eso será manejable, esquivable, ignorable, o felizmente recibido, según se vaya dando; pero al día de hoy la vamos llevando muy bien El Toto y yo, y somos felices. Después, todo lo demás no importa. ♥


miércoles, 4 de noviembre de 2015

Soy Feliz. Es Feliz. Somos Felices.

Yo siento que la felicidad me abraza el corazón cada vez que nuevamente caigo en la cuenta de lo afortunado que soy al tener a mi lado a Boro, mi perro, el protagonista exclusivo de este blog, su blog, que hace que yo sienta que todo, pero todo absolutamente todo, tiene una significación y un valor extra en esta vida.
De Él aprendí a mirar y disfrutar cosas que antes ni tomaba por importantes para mi vida, como un paseo relajado (junto a Él, obvio; pero también junto a cualquier persona, o solo) y disfrutando hasta el aire que corre por mi cuerpo y me refresca, por ejemplo en tardes donde el calor pasa la media y caminar se hace cuesta arriba.
Todo tiene un significado diferente para mí y sé que es por el hecho de haber descendido a ese nivel de pureza básica que solo experimentan ellos, los animales; y a la vez haber ascendido meteóricamente al mejor nivel de todos que es el de basar todas las cosas de mi existencia en el amor y el tiempo presente, verdaderos valores que se desprenden del primer descenso del cual les hablo.
Boro es mi hijo, a esta altura no puedo considerarlo de otra manera. Los perros, esencialmente los perros por sobre otros animales principalmente domesticados (a mi entender), son tan dependientes afectivamente de quien los abraza y los incluye en su vida que en esa dependencia, ¡hermosa dependencia!, lo hacen a uno guía y su ser imprescidiblemente importante para poder continuar en esta vida. Y hay quienes podemos asumirnos y entender este sentimiento desarrollado por los canes, y en consecuencia responder de manera similar también, y creo que es para cerrar un círculo que se vuelve igualitario entonces, donde ambos seres, animal y humano, saben que se necesitan, se tienen y permanecen "ahí" siempre.
SOY FELIZ. De cabo a rabo. Y nunca tan justamente utilizada esta última expresión, hablando de la Felicidad generada a partir del vínculo con un perrito.
Y Toto ES FELIZ, también. Lo sé, lo siento y puedo asegurarlo. El verlo (no solo yo) hace que uno se dé cuenta que Él es un animal Feliz en toda la extensión del significado de la palabra.
Y si nosotros dos SOMOS FELICES todo lo que pueda rozarnos, tocarnos, interactuar con Él y conmigo, se conectará, se confundirá, se mezclará (o en teoría debería) con nuestra Felicidad, no lo duden.
Por eso asumo y me hago responsable de esta Felicidad y la llevo adelante cada día con orgullo y alegría; porque además de todo, siempre, llevar adelante algo que se hace de a dos es más placentero y definitivamente más tentador.