viernes, 25 de marzo de 2016

Él me motiva.

Yo me motivo a escribir especialmente cuando estoy con mi perro en el parque.
Esos anocheceres que paso junto a mi hijo del corazón ─yo tirado en el pasto mientras Él anda husmeando e investigando todo el lugar─ son los mejores momentos del día que tengo y que aprovecho de la manera que surjan, a veces escribiendo, otras simplemente contemplando el lugar y mirando a mi Boro, y otras haciendo absolutamente nada ─pero nada de nada, en serio─ vegetando en el parque, olvidado de todo lo que acontece y me rodea, y cargando mis energías, por supuesto, con esta modalidad off que asumo.
Pero si hay algo que sucede en estos momentos vividos en el parque que hace que logre una total armonía y serenidad en mi cuerpo, en mi mente, en mi corazón, en mi alma y en mi espíritu ─fortaleciéndome por sobre cualquier herida que haya provocado en mí un avatar con el que haya tenido que enfrentarme en algún momento del día o de la semana─ es que me siento absolutamente natural y nada contaminado con el mundo humano, ese que tantas veces tanto mal nos hace en sus distintas facetas.
Es así que el compartir gran parte de mi día ─DE MI VIDA─ con mi perro, y fundamentalmente los atardeceres en el parque, me hace sentir pleno, rearmarme para continuar y seguir adelante, y ser mejor persona, definitivamente.
Por este motivo hoy comparto esta experiencia, que vivo a diario junto a Boro, con quienes lean esta entrada de blog, porque sé que las buenas nuevas siempre hay que compartirlas, porque de nada sirve quedárselas para uno solo y privar quizás a alguien que disfrute, se vea reflejado, o simplemente se alegre de corazón al darse cuenta que hay gente que ─aún hoy en día─ puede disfrutar de la vida con pequeñas, simples y maravillosas cosas de su día a día.

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