miércoles, 27 de abril de 2016

Volvimos a esa placita diferente.

En un instante de ese domingo, de regreso en
la pequeña Plaza Cataluña.
Este atardecer del domingo pasado, 24 de abril de 2016, volvimos después de más de un año a una plaza pequeña ubicada a la vera de la avenida 9 de Julio, en Buenos Aires, nuestra ciudad, mi Boro y yo.
Y regresamos, luego de transcurrido tanto tiempo de no visitarla, porque entre molestias a la patita de Toto que el año pasado se hicieron frecuentes ─luego de un veraneo en el que forzó por demás su rodilla derecha─, fiaca para llegarnos hasta este lugar que queda a más de 20 cuadras de casa, costumbres que se van modificado temporalmente con respecto al camino elegido a recorrer en nuestras salidas diarias (las que hacemos cada atardecer/anochecer Él y yo), y algunos otros componentes de "éste no visitar" la pequeña Plaza Cataluña, porque se ve que sentimos ganas de hacerlo y una cosa fue llevando a la otra hasta que en determinado momento ya estaba todo dado para acercarnos hasta ahí.
A Boro le encanta este recorrido que nos aleja de todo y nos ubica en esta plaza en la que, por estar ─repito─ pegada a la avenida más ancha del mundo siendo a la vez ésta (la plaza) tan pequeña, uno experimenta al estar en ella que se encuentra en algo así como un pedacito de tierra que es ajeno a la ciudad, y a las calles y avenidas que la circundan, quedando suspendida (el lateral que da hacia la 9 de Julio queda elevado sobre una ladera pequeña, pero superior en altura con respecto a la avenida, al fin) y siendo, al menos para nosotros (para mí y, al sentir todo tan a la par con mi perro, asumiría que para Él también), un recinto especial y diferente al resto de plazas, parques y lugares de nuestra ciudad.
Y este domingo pasado, volvimos. Y lo disfrutamos porque sabemos que hace tiempo que deberíamos habernos acercado a este lugar, aunque por motivos ya comentados, y otros que ni siquiera nosotros imaginamos, estuvimos retrasando bastante este momento.
Momento especial, por cierto, como todos los que vivimos juntos mi perro y yo. Por tal motivo quise compartirlo con quienes lean esta entrada de blog, o mejor dicho quisimos compartirlo, porque este blog es de Boro y yo solo oficio de mero puente o intermediario entre 
Él ─el protagonista y rey de este sitio web─ y quienes por aquí pasen, lean y disfruten de nuestra vida compartida y reflejada en estas letras.
Espero que disfruten entonces, con la lectura de este momento de nuestras vidas juntas, al menos una pizca de lo que hemos disfrutado Boro y yo esa tarde de domingo de otoño. También, como siempre, juntos.

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