Cuando veo
a mi perro me emociono,
sé que
quizás suene burdo e infantil;
pero
tenerlo cerca me hace pleno
y es algo
que me ayuda a ser feliz.
Son muchas
cosas buenas y tan puras
todas las
que provoca él junto a mí
por eso
siento ganas de expresarlo
y no quiero
frenarlo, y compartir.
No me
importa el sonido ni la rima,
la música
en mis versos, el feeling;
porque lo que
aquí expreso me trasciende
y no tiene
un comienzo ni un fin.
No puedo
hoy delimitar mi gozo
y nunca
podría hacer yo algo así,
los amores
gigantes y tan fuertes
no pueden
encerrarse en “un decir”.
Sólo pueden
cantarse y expresarse,
decirlos,
compartirlos y seguir;
dejar que
fluyan solos, como ejemplos,
que se
vean, se sientan; que “estén ahí”.
Será el
mejor momento de mi vida, no lo dudo,
el que
algún día lejano recordaré
cuando al
leer estos versos me emocione
y recuerde
los años que junto a él pasé.
Espero
realmente que el destino
no nos
juegue muy sucio en el final
de una u
otra vida, de una partida,
porque el
que acá se queda, va a llorar.
Pero serán
los tiempos los que digan,
y cuando el
tiempo hable ya estará
formado
para siempre en el recuerdo
el más intenso
afecto inmortal.