domingo, 20 de noviembre de 2011

100, o más. Y me quedo corto.

Dentro de las cosas que puedo decir que siempre están presentes entre Boro y yo hay una que es primordial y que sale de mi parte exclusivamente.
Como una necesidad de demostración de mi afecto, cariño y amor hacia él y que si bien al principio no creo que la registrara como una muestra de tal demostración (valga la "casi" redundancia) por ser un gesto netamente humano, estoy seguro que ahora, en la actualidad, y desde hace ya un par de años ha entendido que "con eso que le hago" estoy haciéndole algo lindo y bueno y es por eso que en esos momentos, suspira (real, algo así como un respiro profundo que demuestra su estado de placer y relax total), se queda plácidamente y me doy cuenta que disfruta del momento en particular cada vez que sucede, que yo lo provoco.
Bueno, basta de vueltas y aclaremos qué es eso que siempre está presente entre Boro y yo.
Mis besos, obvio. ¿Qué más? En su cabeza, en sus orejas, en su hocico, en sus bigotes. En fin, besos cargados de cariño para él que los ha incorporado y recibe encantado siendo ésta una de las costumbres inculcadas por mi, como algo extra que no necesariamente debe incluirse dentro del plan de enseñanza de una mascota, pero que a mi me encanta que lo haya incorporado y sea otra de las cosas que están ahí presentes, cada día, entre él y yo.
A modo de ejemplo y para que se hagan una idea, teniendo en cuenta que un perro termina siendo en parte lo que recibe de su dueño tanto en educación como en amor, Boro recibe, hablando del tema de esta entrada puntualmente, unos 100 besos diarios, a veces más seguramente desde que comienza el día hasta que termina.
Si, es así, real. Y todo esto, junto a otras manifestaciones que surgen de nuestro vínculo, es lo que lo hace un encantador, adorable y afectuoso perrito, conmigo en primera instancia y con toda persona o animal (perro, gato, etc.) que se le acerque, después.


No hay comentarios: