domingo, 24 de febrero de 2013

Adoro saberlo.

Me encanta saber -y que me lo corroboren cada tanto- que mis entradas y todas las publicaciones que hago sobre mi vida compartida con el protagonista de este blog, siempre son asimiladas por los demás como sinónimos de amor, en el estado más básico y no por eso menos importante, que es el del amor puro.
Soy muy feliz al saber que, un poco sin darme cuenta y otro tanto naturalmente, sale este producto de lo que expongo sobre nosotros dos. Es para mi realmente importante y me encanta; y lo celebro y disfruto junto a Él.
El motivo, amigos, es que es tal la felicidad que me provoca haber redireccionado mi forma de vida hace ya 5 años a esta modalidad que valora la simplicidad de las pequeñas cosas, como es el hecho de apreciar -en el verdadero sentido de la palabra- un vínculo tan auténtico y hermoso como el que se genera entre una persona y su compañero animal, que es disfrutando de este tipo de acontecimientos simples donde encuentro lo grandioso de los mismos a cada momento que los vivo y los experimento junto a la bella compañía de mi Toto.
Por eso el amor que fotografío al momento de retratarnos a mi Boro y a mi no lo plasmo en realidad pensando en que éste saldrá trascendiendo la imagen que fotografíe, puesto que sólo tomo instantáneas de nuestra vida cotidiana que por otro lado es lo que generalmente ven quienes las aprecian y contemplan además del plus que encuentran en ellas quienes ven lo otro que es el amor que existe en nuestro compartir, aunque quizás sin darme cuenta sea lo que busque transmitir.
Boro es el artífice de todo el arte que puedan encontrar en cada foto que aparece solo o junto a mi porque Él ha venido a inundar mi vida de ese amor que sé que estará siempre conmigo y no se irá nunca, jamás, pase lo que pase, y hasta que yo no cuente más el cuento.

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