lunes, 1 de febrero de 2016

Y sí, teníamos que regresar...

Estuvimos de vacaciones en el océano, nuestro destino favorito de todos los escenarios naturales que se pueden visitar durante un verano típico, y los 35 días que pasamos entre playas, días soleados y alguno que otro no tanto, cosas ricas, momentos divertidos, tiempos de mimos y tantas otras cosas, fueron y serán inolvidables como cada verano.
Disfrutamos mucho de nadar, de jugar en la arena, de pasear, de arrojar la "Pulpito" (la pelota) al mar -yo- e ir nadando a recogerla -Él-, de caminar, de correr, de sentir cada instante de ese tiempo de relajación y disfrute que ofrece el estar veraneando, y de estar desconectados del mundo de todos los días.
Pero desconectados en serio, a lo grande. Para ello yo me desprendí de todo eso con lo que esta vida moderna me empapa tanto a mí como, por caracter transitivo y por tener que esperarme o vaya a saber que otra cosa a causa de que yo ande "conectado", a mi Boro; y por eso decidí olvidarme de todo lo que a diario me ofrece la conectividad de mi smartphone (Facebook, Twitter y G+ por ejemplo, desinstalando las apps de mi iPhone) y fue así que pude dedicarme todo el mes y días a ser un apreciador de la belleza que la naturaleza me brindó diariamente durante ésta, una de las tantas visitas que hacemos con mi perro y con mi pareja a la costa, específicamente a Mar del Plata, pero esta vez de manera especialmente relajada por ser la de la estadía más prolongada, la del veraneo.
Y fuimos felices los tres, pero Boro especialmente; lo sé, puedo saberlo a ciencia exacta porque lo conozco tanto y es tanto el amor que nos une y nos conecta que muchas veces (podría decir siempre) su felicidad la siento muy dentro mío y puedo yo vibrar a su par.
Y el llegar a Buenos Aires significa, en lo que a nuestra relación y costumbres compartidas tiene que ver, volver a reiniciar como cada año, como cada febrero, nuestras rutinas compartidas de las salidas largas al atardecer por ejemplo, como pueden ver en la foto que ilustra esta entrada de blog; rutinas que no hacen más que seguir estrechando nuestro vínculo y acrecentando nuestra unión inseparable y definitiva que se resume en nuestro amor recíproco e incondicional.
Y aquí estamos ahora entonces, en nuestra cuidad, sin mar es cierto, pero con los mejores recuerdos de unos, nada despreciables, largos días marinos.
Y somos felices, auténtica y sinceramente felices. Y continuamos nuestro camino compartido, felices también y nutriéndonos de todo lo que esta vida nos ofrece a todo momento y de aquello (lo más importante diría yo) que nosotros dos nos ofrecemos y brindamos mutuamente al habernos descubierto como compañeros genuinos y absolutamente necesitados el uno del otro.

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