jueves, 25 de octubre de 2012

Boro merece lo mejor de mí.

A veces, sin darme cuenta, me encuentro pensando en cosas que van más allá del aquí y ahora, cosas más amplias y grandes de lo diario y cotidiano que implica mi vida (como la vida de todos los días de las personas); y es ahí donde encuentro que en esos pensamientos, que muchas veces pueden transformarse en balances de tanto ir y venir atravesando ítems de lo ya vivido y de lo futuro, entra mi compañero animal, ese que ya a esta altura todos ustedes conocen muy bien, llamado Boro.
Es que Boro vino a mi vida (porque yo lo fui a buscar) y en el devenir de los días compartidos hemos ido creando un vínculo que trascendió la simple convivencia de una persona con su animal ya que al estar los dos aprendiendo a llevar una vida juntos, respetándonos, entendiéndonos y dándonos lo que cada uno necesita del otro sin necesidad de pedirlo, construimos esta valiosa relación en la que cada uno es indispensable e irremplazable para el otro.
Somos muy unidos, es cierto, y en cada elección que hago y en la cual lo incluyo como factor determinante del resultado final de la misma, caigo en la cuenta de que siempre puedo quedarme tranquilo, relajado y satisfecho conmigo mismo (y con Él también) por el simple motivo de darme cuenta de que no he traído un animal a mi casa para luego no hacerme responsable por él y dejarlo a cada momento aquí y allá, sencillamente por no poder hacerme cargo.
Boro merece lo mejor de mí, en el trato recibido, en los cuidados dispensados y en el terreno de lo afectivo; y yo sé que siempre obtendré a cambio lo más grande y hermoso que este ser puede darme continuamente: su compañía, fidelidad y amor absolutos.
Lo quiero tanto y nunca pensé que podía llegar a embellecer tanto mi vida con su llegada.

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