jueves, 31 de enero de 2013

¿Por qué tanta intolerancia? Boro sólo se quiere acercar.

Los dos, tirados en el pasto, después del mal momento narrado.
Pocas personas logran sacarme de mi eje (para definir de alguna manera a ese estado que pasa a ser una forma de ser ideal, según quien la experimente y la lleve adelante en su día a día) y una de ellas, sino la única podría decir en honor a la verdad, es justamente una señora que tiene dos perros labradores que se afanan en jugar con Boro, mi labrador, al igual que Él con ellos.
El caso es que esta mujer, entrada en años aunque no tanto -entre 60 y 65 aprox.- cuando sus perros y mi perro se encuentran y se festejan y hacen las cosas típicas de los perros, se vuelve no menos que impaciente e intolerante ante esta situación. ¿Por qué? Vayan a saber, ya que aunque en alguna oportunidad esbozó fundamentos, que a decir verdad no resultaban para nada valederos, como que uno de esos perros, jugando con otro perro, hace un par de años la había tirado al suelo y quebrado en tres o cuatro partes del cuerpo y que por lo tanto prefería que a ese perro suyo sólo se le acercara el otro perro suyo para evitar problemas. Algo que carece de validez ya que uno puede estarse un poco -o mucho- alejado del perímetro de juegos caninos y no acercarse, como ella hace cada vez que se encuentran nuestros perros, y como obviamente hizo la última vez que se encontraron, ayer miércoles, en esa plaza que durante un tiempo evité frecuentar por el simple hecho de no encontrarme con esta persona ya que ante tanto revuelo (incluido griterío y arrojarle agua a Boro) yo, aunque intento no reaccionar ni alterarme, algo tengo que responder durante el tiempo en el que trato de alejar a mi perro de ese lugar (a veces medio bruscamente con mi buen Boro, producto de la presión ejercida por las quejas de esta persona), así sea únicamente para calmar los ánimos de esta señora, que termina enojada y agrediendo sin más motivo que el de cada encuentro que he comentado.
Y así fue que ayer, como decía, nuevamente me choqué con esta situación en mi vida y luego de alejarme y tranquilizar mi ser, un tanto agitado y confundido por lo vivido, pude tirarme al pasto de otro sector de esa misma plaza a la que vamos con Boro cada tanto, y comenzar a soltar ese feo hecho, a olvidarlo.
Boro, un santo que, como siempre que se lo pido lo hace, se alejó conmigo para desintoxicarnos de esa experiencia desagradable.

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