jueves, 19 de julio de 2012

Nunca.

Nunca me enojo con mi perro por algún motivo que Él pueda darme, ya que si surge algún tipo de ofuscación de mi parte es producto de mi condición de humano nada más y de problemas absolutamente míos, que a pesar de intentar no hacerlo, a veces (poquísimas pero alguna que otra al fin y al cabo) descargo sobre Boro.
Nunca veo nada malo en su conducta; y no estoy dejándome cegar producto del gran amor que siento por Él, pero retomando, nunca hace nada que merezca siquiera que se le levante la voz, más allá de jugar mucho en la plaza y al momento de irnos quizás tener que levantar, aquí sí, la voz para que interrumpa el juego y salgamos del parque. Cosa que al escucharme y entender la consigna, hace sin mayores inconvenientes.
Nunca ha sido motivo de una disputa con otro perro, otro gato u otro animal de alguna especie diferente a la que Él pertenece, y al decir nunca ya no merece el hecho de seguir explicando y ahondando en la fundamentación de este punto. Nunca es nunca, y listo.
Nunca se niega a ninguno de los momentos no tan gratos -para Él- a los que lo pueda llegar a someter, por su bien claro pero que no resultan de los mejores para mi perro, como el cepillado de dientes, la aplicación de pipetas, el cepillado de su pelaje, la aplicación de las diferentes vacunas que le pone su doctora, la revisación de ojos, de dientes, de todas las partes de su cuerpo que también lleva adelante su doctora veterinaria, o volviendo a las cosas que le hago yo, la limpieza de orejas, de lagañas, y etc., no revelándose jamás ante todas estas cosas que acabo de nombrar (y las que seguramente olvido) y permitiendo que todas se puedan llevar a cabo con Él.
Nunca ha sido agresivo con alguna persona y siempre parten de Él sólo demostraciones de amor, afecto, alegría y ternura para quien se le acerque, lo llame o quiera pasar un momento a su lado.
Nunca es la palabra que puedo usar para dar respuesta ante una hipotética pregunta que se me formulara sobre la cantidad de veces que Boro, mi perro, ha pasado el límite de lo tolerable, se ha portado mal, ha desobedecido o me ha hecho perder la paciencia en algún momento del día.
Estoy tan feliz con mi compañero animal porque todo lo que Él vino a significar en mi vida es positivo y por tal motivo es en esa positividad absoluta que representa para mí que de una u otra manera ayuda a que me sienta pleno, feliz y orgulloso -de Él, claro- a cada momento.

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