jueves, 12 de julio de 2012

Recurro a Él, sí que lo hago.

Ya es de público conocimiento (porque así lo hago a través de las entradas de este blog) que Boro además de ser mi compañero de vida -no humano- y mi amigo fiel por excelencia es quien logra contenerme en los momentos apremiantes de mi vida en los que puedo encontrarme triste y angustiado.
¿Haciendo qué, lo logra?, dirán ustedes. Y respondo: haciendo nada. Nada más que estando "ahí", reconfirmando con cada movimiento, mirada y mensaje de amor y fidelidad que parten de Él y que significan un bálsamo de la mejor y más auténtica pureza (que sólo debo saber aprovechar y disfrutar sin hacerme mayores complicaciones porque para eso está en mi vida) que lo tengo y me tiene, y que con eso debe bastarnos.
Por eso es que nunca me olvido ni me aparto de la idea de que soy una persona afortunada que, aunque pase por los feos momentos que se generan entre humanos y nada más que entre nosotros, tengo en mi vida y en mi alma el más maravilloso regalo que la vida me hizo hace varios años y que se materializa en mi labrador retriever amarillo llamado Boro que tanto amo y tan bien me hace.

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