miércoles, 18 de abril de 2012

Anteayer. Mal momento propio de perros y... amos.

El otro día, estando en una plaza y teniendo en cuenta que yo carezco del falso prurito sobre que las razas hacen que todos y cada uno de sus perros sean como el general de las razas dejan ver que son algunas de ellas, se acerca un ovejero alemán enorme, hermoso, de un manto (pelaje) espero y bien distribuido en sus colores y gama de manchas y de una elegancia absoluta y el resto de personas (todas mujeres en ese momento) se desesperaron y comenzaron a decir "¡Cuidado con ese perro!!" y "¿De quién es ese perro policía?".
Yo no hice caso y dejé que se acercara a Boro; acto seguido se olieron y ahí quedó todo.
Después de esto me relajé con respecto al hecho de que, de haber notado cierta agresividad en el ovejero alemán (porque sé que en mi Boro no existe agresividad alguna) hubiera quedado alerta para evitar cualquier incidente de este perro cuando se acercara a los otros (perros) que por ahí andaban en ese momento, y fue justo ahí cuando me dejé estar que al mirar para el lado de Boro veo que lo estaba arrinconando junto a una fuente a de agua (el ovejero alemán a mi Boro) con una postura intimidante y que mi perro, nada hacía ya a esta altura; ni responder mis llamados de acercarse adonde yo me encontraba (inútilmente e irresponsablemente lo llamaba ya que de hecho sé que en esos momentos cualquier movimiento en falso como querer abandonar el lugar que ocupa cada perro es motivo para que se desencadene la trifulca canina) y fue así que de un segundo a otro, creo que cuando Boro se dispuso a venir hacia donde yo estaba, el otro perro se abalanzó contra mi labrador y se armó la pelea.
Boro no pelea, no tiene agresividad y no anda buscando pleito nunca, jamás; pero en el caso de ser atacado, como ocurrió en ese momento, obviamente se defiende e intenta zafar de la lucha no sin demostrar bravura y valentía, por supuesto. Y debo decir que ésta fue una de las primeras, sino la primera, de las veces que se impuso y que lo vi defender su vida y porque no la mía ya que me encontraba a escasos metros de Él, con el arrojo y la nobleza de sólo sortear el embate y ante el menor indicio de poder frenar la pelea cuando el dueño (irresponsable dueño [un boludo en realidad] por dejar un perro que busca roña que ande suelto haciendo precisamente eso) pudo quitar a su perro del campo de batalla perruno, se alejó acercándose a mi, Él solito, por motu proprio.
El resultado concreto (que quedó) después de la riña provocada por el perro ovejero alemán, que debería haber estado mejor controlado por su dueño se plasmó en el collar de mi perro Boro que, producto de los ataques de este perro pleitero, se rompió.
En fin, uno de esos malos momentos a los que hago referencia entre otros tipos de momentos en la entrada Nuestros momentos de este mismo blog. También gajes del oficio de tener perros sí, pero no de los que mi Boro y yo estamos acostumbrados a experimentar ya que es nuestra filosofía canina y humana, respectivamente, la de evitar todo tipo de discordia y momentos agresivos en la vida de cada uno de nosotros y por acto reflejo en la vida de todos los demás, perros y humanos, también respectivamente e incluso de ambas partes con respecto a ambas partes también.

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