viernes, 13 de abril de 2012

Me increparon y nos increparon.

Hace un tiempo atrás, estando con Boro en un parque al que no solemos ir demasiado seguido, una persona del sexo masculino de entre unos 35 y 40 años de edad comenzó a hablarle a Boro, a llamarlo con silbidos, con golpes de manos y demás gestos elocuentes de querer llamar su atención.
En un momento me busca la mirada y en el preciso momento que (me) la encuentra me pregunta por su nombre.
Le digo que se llama Boro y continúa preguntándome cosas (en clara señal de que quería hablar), todas referidas al perro.
En un momento dice algo así como: "Esperá que llevo mis cosas ahí así hablamos más tranquilos" (¿?) y se acerca adonde yo estaba sentado escribiendo una entrada para alguno de mis dos blog, este o De todo como en Botica, con su bicicleta, su mochila y algunas otras cosas que tenía con él.
Esto, todo normal, o bastante común ya que después al hablar con él corroboré (porque me lo dijo expresamente) que muchas veces se sentía solo y que salía, a pesar de no tener ganas, a hacer actividades (deportivas) al aire libre, a leer, o simplemente a pasear para no estar tan solo y poder eventualmente relacionarse con personas como lo estaba haciendo en ese momento conmigo.
Bueno, normal según como se mire esta situación, pero ese no es el tema de esta entrada.
El tema es que en un momento me tiró, producto de ver y escuchar algo que quizás yo habré dicho de Boro en el devenir de una charla sin mayores momentos de relevada importancia, que él creía que yo estaba tratando a mi perro como a un hijo o que le estaba dando ese lugar en mi vida (no lo recuerdo textualmente, aunque si recuerdo la idea de lo que expresó).
¡Para qué! Se metió justo en un tema que yo tengo súper abordado y analizado, y considerando que ya había tenido otras intromisiones, camufladas como pensamientos expresados en voz alta, le expliqué que en primer lugar me parecía descortés o al menos inapropiado exteriorizar esa opinión de una persona teniendo en cuenta que esa persona, es decir yo, era alguien a quien apenas acababa de conocer, si es que se puede usar esta palabra, "conocer", para un intercambio de palabras que nada dejaron en mi y creo (espero) que en él tampoco.
Hacía poco que yo había escrito mi entrada Sumé a Boro a mi vida como compañía, y para dejar de estar solo en la que justo hablo del tema de considerar (o no) al animal que uno tiene por mascota como parte de la familia y darle (o no) el lugar que le corresponde como animal, teniendo en cuenta todo lo que se lo estima y ama; así que reforcé mi idea remitiéndome a esta publicación de mi blog (ahí se enteró que tenía dos blogs ya que le nombré a éste y al otro que cito al comienzo de esta entrada) y después, minutos más minutos menos, la charla fue llegando a su fin porque sinceramente no daba para más.
Y no fue porque no aceptara una opinión que no comparto, para nada, sino porque disentíamos en todos (o casi todos) los pocos temas que tocamos y él, aunque muy cordial y muy halagador por momentos según lo que yo decía de algunos temas, resultó bastante (muy) contrario e inquisidor a todo lo que yo veía bien. Me retrotrajo a otra época escucharlo hablar y opinar "de esto y de aquello". Así como pacato y quedado en el tiempo.
Para terminar recalco que fue cuando me increpó con el tema de Boro y por tal motivo pensé " ¿con qué autoridad me venís a decir esto, chabón?", cuando comencé a dar por terminada mi charla con este desconocido ya que en definitiva nos estaba increpando a los dos, a mi Boro y a mi.

No hay comentarios: