viernes, 8 de junio de 2012

Un vínculo muy diáfano que crece y brilla.


Jajaa..! Recurro a esta onomatopeya del sonido de la risa porque estaba riéndome solo al recordar cuanto me ocupaba en dejar en claro, y sólo para mi, que mi perro era sólo eso en mi vida: un perro o una -mal llamada por muchos- mascota y nada más; queriéndome autoconvencer de esta manera de que nunca traspasaría esa línea delgadísima de valorarlo como un integrante más de la familia, de la casa, y con el total significado que esto supone. Y pensar que creí que esto me iba a dar resultados!
El tiempo se encargó de demostrarme lo contario y el flacucho Boro que por entonces, a sus 2 años y un par meses se ve en la foto, poco a poco fue ganándome el corazón y ocupando un lugar de verdadera y hermosa importancia en mi vida.
Ya lo he comentado en varias oportunidades -por ejemplo en la entrada Sumé a Boro a mi vida como compañía, y para dejar de estar solo y en alguna otra como Me increparon y nos increparon, donde por otro tema desemboco en este tema central nuevamente- y he reconocido que aunque me empeñaba en no valorar desestructuradamente a mi Boro, como veía que muchos (o casi todos) los que tenían perros lo hacían con ellos, finalmente y como se nota en cada entrada de este blog, no lo pude conseguir y terminé dando rienda suelta a mi afecto y agradecimiento por este compañerito de vida no humano que me hace Feliz con su compañía, valga la redundancia.
Por todo esto puede que algunas veces redunde en temas, pero es en ese volver a tocarlos que siento que voy asimilando y creciendo en el vínculo con mi perro Boro y dando un paso más en la aceptación de que en la vida no hay nada estipulado y que las cosas que nos llegan, y nos gratifican y completan, vienen a darnos un golpe de afecto, de libertad (desde la movilización interna que nos provocan) y de diafanidad a nuestra vida.

No hay comentarios: