viernes, 24 de mayo de 2013

Ahí, después de la pelea. Lejos.

Y ahí estaba en la tarde, casi anochecer, de un martes 30 de abril a eso de las 6 pm luego de haber participado de una gresca brutal en la que otro perro, un mestizo de tamaño similar a Él, llegó corriendo y comenzó a atacarlo de la nada, o por un motivo que ni el dueño del animal ni yo pudimos determinar.
¡Ay las peleas de perros! ¡Ay, ay!
A modo de anécdota, ese día en el momento del enfrentamiento Toto quiso alejarse -cortar la lucha- pero el otro perro no lo permitió insistiendo en su embestida, ante lo cual mi amigo canino continuó defendiéndose de tales agresiones hasta que finalmente la persona que acompañaba al perro peleador pudo separarlo mediante un griterío y un par de acciones acordes a interferir en la tarea agresiva de su perro.
Toto, Toto... Irresponsabilidades que nos tocan aunque no nos incumban, tales como deficiencias en la educación por parte del humano o agresión pronta y desmesurada por parte del animal.
El perro, ese mismo que agredió a Boro, minutos después continuó generando otras peleas pero afortunadamente nosotros ya nos habíamos alejado de ese sector de la plaza.

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