domingo, 19 de mayo de 2013

Compañero de camino.

Siempre que miro hacia un costado, a mi lado va Él; Boro, Toto, o simplemente mi compañero de camino.
Nunca definió tan bien el nombre de una entrada, mi vínculo con Boro y, automática y recíprocamente el de Él conmigo, como lo hace ésta.
Eso somos en este momento de la vida que estamos juntos. Nada más y nada menos que eso.
Siempre estuve esperando tener a alguien a mi lado que viviera por mi y para mi para yo poder responder de igual manera, y con la aparición de mi perro en mi vida esto se dio de cabo a rabo.
Y se dio con la llegada de mi amigo animal porque la vida entre los humanos carece muchas veces de esta entrega de la que hablo.
Esa misma entrega que yo sí puedo dar a otro ser viviente, sea humano o animal, ya que no hay diferencia alguna para el hecho de ser compañía entre unos y otros.
Pero ocurre que en la parte humana no aparece fácilmente esa predisposición para ser en el otro y poder aplicarlo no quedándose en las palabras o en la idea; y en los animales, y específicamente en los perros, bueno..., en ellos no hay más que abrazarse a la vida compartida y junto a uno de esta especie para saber que sólo es eso -vivir en el otro como parte de la única felicidad posible- lo que quieren.
Por eso, con Toto esperando en una esquina tan hermoso y educado, defino visualmente lo que Él es en este lapso de tiempo eterno y brillante que vivimos juntos en esta vida, para mí.
Él me acompaña y está a mi lado, como se lo ve, a cada paso que doy. Algo que me reconforta y me hace sentir muy valorado en la vida.
Y nosotros vivimos este momento en nuestro ahora, y esto somos ahora; dejándonos absolutamente tranquilos, satisfechos y felices todo esto de ir juntos por la vida. De ir, nunca tan bien expresado, a la par.

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