Así se desploma y se queda mirando hacia la puerta del balcón francés una vez que entramos a casa, luego de cualquiera de sus salidas y cuando sabe (al menos eso imagino yo) que tiene por delante un par de horas en las que -sólo o conmigo- deberá quedarse en el depto., hasta que llegue el momento de salir nuevamente a la calle; como lo hace unas tres o cuatro veces al día.
¿Resignación? Nooooo. Relax.
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