domingo, 9 de junio de 2013

Lo asumí completamente.

Yo, al incorporar a Boro en mi vida particular, de todos los días, asumí que este hecho no significaría ésto sólo al principio de nuestra convivencia, dejándolo relegado luego a apremiantes y expeditivas bajadas cuando ya no me quedase otra cosa que tener que sacarlo; jugar un poco o simplemente estar con Él.
Yo asumí el hecho de incorporarlo y valorarlo como el nuevo integrante que llega a la familia y que aunque pase el tiempo no se convierte luego en un objeto o una cosa inanimada a la que no se le presta y dispensa la debida atención.
Lo asumí, lo incorporé y lo instauré en mi vida de manera definitiva desde ese día en que lo fui a buscar y le abrí las puertas de mi casa y de mi corazón.
Por eso salimos a pesar de que yo esté enfermo, cansado o sin ganas de hacerlo. Por eso jugamos aunque pocas ganas tenga yo de jugar y de estar arrojándole una pelota infinidad de veces para que Él vaya a recogerla y me la traiga nuevamente para seguir haciéndolo.
Por eso lo incluyo en todo aquello que se incluye a los integrante más cercanos y amados de la familia.
Por eso lo amo y ocupa un lugar de preferencia en mi corazón ya que no en vano le abrí las puerta del mismo al recibirlo en mi vida.
Por eso me preocupo por Él al nivel de velar por su integridad y salud física y espiritual, que radica en que tenga un cuerpo sano y una vida feliz, respectivamente.
Por eso digo que lo asumí y -agrego- completamente.
Porque mi Boro, mi perro, mi amigo, mi animal, mi compañía, mi compañero, mi guardián, es mucho más que todo eso; Él es para mi una parte más de mi.

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