sábado, 1 de junio de 2013

Días nubosos.

Durante el otoño y ni hablar durante el invierno la mayoría de las tardes que hacemos las bajadas largas para que Boro camine y ande más que en las dos o tres restantes que tiene cada día, solemos hacerlo con días que no ofrecen nada de sol durante la jornada y que con suerte se quedan en eso no transformándose en días con lluvias como también suele ocurrir durante estas épocas del año, más que en sus opuestas la primavera y el verano.
Lo cierto es que salimos siempre de todos modos porque Toto no puede dejar de dar su vuelta y paseo vespertino, que tanto espera y disfruta.
Y es en este tipo de salidas, las de este tipo de días, cuando andamos sí, pero no tanto, o al menos no con tanto brío, como en las de días más soleados.
Por eso aquí nos ven en uno de esos días nubosos donde la única luz y claridad que podíamos encontrar en ese atardecer que comenzaba a tener lugar en el momento de la toma radicaba en la poca claridad que ese cielo encapotado -posterior a una lluvia potente que había caído horas antes y que quizás podía volver a repetirse- que oficiaba de manto en nuestro recorrido por algunas calles de nuestra ciudad y precisamente en ese instante de nuestro reposo en un banco de la plaza, nos daba.

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