jueves, 25 de abril de 2013

Un poquito de pasto al menos.

A no ser que esté muy apurado en la última bajada del día, aquella que le hago a mi Boro por la noche luego de comer y antes de ir a dormir, vengo con Él hasta este descanso, a la vera de la avenida, en plena ciudad, para que pueda estar en contacto -aunque sea por breves minutos- con un poco de pasto, es decir con lo verde, lo natural; que tan alejado lo tiene en el departamento donde vivimos y pasa gran parte del día, si bien tiene sus tres o cuatro salidas diarias y nunca menos que eso, incluida la de la tarde/noche que es la larga y donde, como ya he comentado una decena de veces, vamos hasta alguna plaza para que Él efectivamente entre en contacto con el entorno natural.
El caso es que como les decía, si no sucede que tengo mucho apuro en esa salida por tal o cual motivo, o llueve, o hace mucho, mucho frío, hasta acá nos llegamos y mientras el huele, husmea y da algunas pataditas sobre el pasto después de hacer algún pis por allí, yo lo espero sentado en uno de los varios bancos que están al margen de la zona verde, de la fuente, o en frente de todo ese espacio.
Otra costumbre nuestra que compartimos ya que como tal no podía dejar de quedar plasmada en éste, nuestro blog.
Así somos, después de todo, animales de costumbre. Y a mucha honra.

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